El front row del Madison no lucía así desde los tiempos de Muhammad Ali. Spike Lee, Lenny Kravitz, Ben Stiller, Timothee Chalamet, Bad Bunny… Solo faltaba el ‘savoir faire’ de Sinatra. Hacía 25 años que los Knickerbockers no se metían en una final de Conferencia. Y allí estaban para celebrarlo vacas sagradas como Walt Frazier y Bernard King empujando a unos Knicks liderados por Jalen Brunson, hijo de Rick, ex del equipo a finales de los 90.
Los Knicks, 25 años después
Bajo la batuta del base de los Wildcats de Villanova reventaron el partido en el segundo cuarto con un parcial de (35-17) y a partir de ahí los Celtics se fueron desangrando hasta acumular 41 puntos de desventaja. Con Jason Tatum fuera por una terrible lesión en el Aquiles, Jaylen Brown se echó encima el equipo. Pero estaba muy solo. A Porzingis le lastró un agresivo virus que le impedía respirar y Jrue Holiday no fue el defensor implacable de noches pretéritas. El monumental triunfo (119-81) desató la euforia de la glamurosa hinchada de la Gran Manzana, que llenaba la primera fila del Madison a razón de 14.000 dólares la silla.
La hecatombe verde coincidía además con el contundente desempeño de los de Thibodeau, quien ha exprimido a su quinteto contra el criterio de rivales y especialistas, superando todos los 35 minutos de juego. Sin embargo, han llegado en un punto de forma estelar con Townes haciéndose grande en la zona del Madison, Josh Hart apostando la consistencia que los Knicks necesitaban y la regularidad de un Mikal Bridges de hierro que suma más de 560 partidos seguidos. Además de otros intangibles que aportan el poderoso Anunoby, el intenso Mitchell Robinson o un McBride que levantó al público de sus asientos con un tapón estratosférico. El avinagrado ‘Thibs’ sigue haciendo historia a su manera y quiere aprovechar el hype de los suyos para pelear por el anillo.
La clasificación de los Knicks es tan reseñable como la eliminación de unos Celtics cuyo proyecto queda muy cuestionado, lo que obligará este verano a Brad Stevens, su general mánager, a tomar decisiones trascendentales. La lesión de larga duración de JT exige buscar alternativas y se abre la puerta a salidas notables. Porzingis y Holiday suenan como transferibles, Holford puede dejarlo a sus 39 años y Joe Mazzulla estrenará su extensión de contrato con subida de categoría, a entrenador en jefe, y la misión de reconstruir el equipo.
Mientras, en Nueva York afilan los cuchillos para vengar la derrota del año pasado en el Madison en el séptimo de semifinales ante unos Pacers que regresan a la final sin hacer ruido y exprimiendo a los rivales con su baloncesto físico. Nadie aprieta más que los de Indiana, el rival que más alto presiona en campo contrario de la NBA. Rick Carlisle ha vuelto a colgar la etiqueta de contender (candidato) a los suyos al tiempo que siguen creciendo alrededor del virtuoso Haliburton mientras someten a los rivales con un ejército de atletas que cumplen sus cometidos como role players: Siakam, Toppin, Turner, Mathurin, Naismith… Y ofensivamente Indiana diversifica su alta producción con su juego por encima del aro, el manejo del extrapass para encontrar siempre al hombre abierto y con su peligro a campo abierto. Una visita al dentista para los contrarios. Eso explica cómo los Pacers han arrasado a unos Cavs (4-1) crecidos tras su (4-0) ante Miami. Un equipo mutante que se adapta a cualquier entorno de partido. Será, por tanto, un duelo épico entre los de Indianápolis y los de la Gran Manzana.
El equilibrio de los Wolves ante la agresividad de OKC
Por el otro lado, del cuadro también ha caído otra franquicia legendaria, Golden State, a manos de una que está escribiendo su propia historia, los Wolves. Minnesota vuelve a meterse en las finales, como el año pasado, cuando fue vapuleada por los Mavs de Doncic (4-1). Esta temporada luce un baloncesto más armónico con el que ha doblegado a unos Warriors que no pudieron contar con el aura (y los puntos) de Curry en los partidos finales. La incorporación de Jimmy Butler devolvió competitividad a los de la Bahía, que mostraron más consistencia al reunir al ex de Miami con un picante Draymond Green. Sin embargo, la falta de Curry y su producción ofensiva no fue cubierta por Buddy Hield y Kuminga. Steve Kerr y Stephen deben sentarse a dibujar el futuro inmediato de una franquicia que todavía sigue viviendo de los rescoldos de la dinastía que consiguió cuatro anillos.

Nuggets Thunder Basketball / EFE
Minnesota, liderada por un Anthony Edwards más maduro en la cancha (fuera no se puede decir lo mismo), presume de equilibrio al defender bien su aro, con Gobert y Jaden McDaniels remangándose en la pintura, y atacar con versatilidad y paciencia el del rival, con Julius Randle, DiVicenzo, Naz Reid y Mike Conley alternando con la exuberancia de ‘Ant-Man’. Resta saber si aprendieron algo de la derrota del año pasado ante Dallas y si Chris Finch podrá sacar brillo al equipo probablemente más compensado de los cuatro que comparecen en las finales de Conferencia.
Los Wolves se cruzarán con el equipo más laureado de la temporada, Oklahoma City Thunder, que solo perdió 14 partidos en la regular season, uno nada más ante los rivales del Este. Pero el balance de OK con Minnesota (2-2) abre los pronósticos. Los de Mark Daigneault pasaron el rodillo en el séptimo partido ante los Nuggets de Jokic (125-93), que demasiado ha logrado llegando al encuentro decisivo de esta serie con una plantilla corta.
Los Thunder cuentan con el liderato de uno de los jugadores del año, Shai Gilgeous-Alexander, al que suman la versatilidad de sus hombres grandes (Chet Holmgren e Isaiah Hartenstein) y la determinación de Jalen Williams y Alex Caruso. Un combo muy bien afinado por Daigneault, el entrenador del año la pasada temporada, con un banquillo con mucha profundidad y una defensa que es su rasgo más reconocible con mucha agresividad y muchas manos. La NBA tendrá su séptimo campeón diferente en los últimos siete años. Gane quien gane.