Cuando los Mets de New York hicieron el movimiento en la fecha límite de cambios para adquirir a Cedric Mullins desde los Orioles de Baltimore, la expectativa era clara: sumar un bate que pudiera darle profundidad y dinamismo a la parte trasera de la alineación. No obstante, el costo fue algo alto, ya que los Mets de New York entregaron a los prospectos Raimon Gómez, el derecho Anthony Núñez y el también lanzador diestro Chandler Marsh, en lo que parecía un precio justo por un jardinero probado en Grandes Ligas, el objetivo era mejorar al costo que fuera.

Sin embargo, la realidad en Queens ha estado muy lejos de lo esperado. En 30 juegos disputados, Cedric Mullins ha sido un desastre ofensivo, bateando para apenas .174 de promedio con un pobre OPS de .556. En 92 turnos al bate ha conseguido 25 imparables, apenas 4 dobles, 1 triple y 1 cuadrangular, con 16 carreras anotadas, 8 remolcadas, 13 boletos y 27 ponches. Lejos de ser un aporte consistente, se ha convertido en un eslabón débil dentro de la alineación neoyorquina.

La situación reciente agrava aún más el panorama: en sus últimos 25 turnos al bate no ha conectado un solo hit, acumulando 8 ponches y apenas 5 boletos. Esa sequía ha terminado por erosionar la confianza del jugador y la paciencia de la afición, que esperaba mucho más de un refuerzo de verano. Trágico.

Para la suerte de los Mets, el compromiso con Cedric Mullins solo se extiende hasta el final de la temporada, ya que el jardinero espera probar la agencia libre en el invierno. Quizás la transición de un mercado pequeño y con menos presión como el de Baltimore hacia unos Mets de New York en plena lucha por los playoffs haya terminado por pasarle factura a un pelotero que, hasta ahora, no ha logrado adaptarse al peso del escenario neoyorquino.